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Tener una aventura con tu cuñado. Qué me estas contado. Y a la vez: me interesa este argumento. A ver cómo sales de esta. Si sucede es porque se trata de una situación imposible de controlar, de esas de tensión sexual no resuelta a lo bestia. De gratificación instantánea que, según viene, se va. Abocada al desastre y al arrepentimiento al 200%. Acostarte con tu cuñado y que, además, te encante. Salir a la calle y empaparte con la lluvia a lo Match point porque estás en tu nube. Luego llegas a casa y ése ser que es tu pareja, incrustado en el sofá, te comenta que te has perdido un documental muy guay sobre Auschwitz. AHÍ, en ese preciso instante, vuelve a merecer la pena. La culpabilidad se reduce a la mitad. Pero vuelves a acordarte del pequeño detalle de haberte acostado con el marido de tu hermana con la que, además, te llevas bien. Nuevo subidón de culpabilidad. El Dragon Khan de las emociones.
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Salir del matrimonio y volver. Se puede hacer. Por supuesto, tu cuñado jamás se lo va a contar a tu hermana. ¿Tú eres tonta o qué? A escondidas lo que quieras pero, ¿decir la verdad? ¿Desde cuándo? Es parte del juego, para salir un poco de la rutina nada más. Si no, no mola. Por lo visto.
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Michael Caine es ése actor incapaz de no resultar verosímil. El papel de Elliot no estaba escrito para que lo interpretase un inglés. Sin embargo, según Woody Allen, en EEUU no había un solo actor que pudiera pasar por un hombre corriente, de profesión contable. Entonces apareció Michael Caine, que es eficaz siempre. Aunque la verdad es que si lleva esas gafas durante toda la película, da igual cómo interprete. No se puede mirar a otro punto mientras estén en el plano. Qué gafas.
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Los opuestos capilares se atraen. Del pelo relamido de Elliot (Michael Caine) al rizo chungo de Lee (Barbara Hershey). Creo que no hay dos estilismos capilares que me molesten más. Uno es el peinado en exceso que se logra escupiendo directamente en el peine. Otro es el rizo extraño, pelo frito y descuidado. Haz algo con tu pelo pero ya.
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Cena de Acción de Gracias. El aplausito de cortesía para Hannah (Mia Farrow), que se ha currado sola una cena para ciento y la madre. Dos de sus hermanas han hecho unos aperitivos de mierda y rápidamente informan de ello a todo el mundo. Luego te das cuenta de que Hannah es la hermana más perfecta de las cuatro. Y cuando hay una hermana tan perfecta es normal que las demás pasen de intentarlo. Porque, ahora que lo pienso, es muy habitual que las personas tan perfectas no sepan delegar, ni se dejen ayudar. Ya no me das pena, Hannah.
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Tipos a los que decir NO. El artista entregado a su trabajo, frío y además se lo sabe todo. El ermitaño que pasa de socializar. No habla con nadie, porque nadie es merecedor de su atención. No sabe canalizar tanta inteligencia. Sólo hace caso a aquellos que le idolatran y que están dispuestos (y deseando) a tragarse sus chapas. Sin embargo, es consciente de que ellos también le abandonarán. Normal que si eliges a un tío así, luego te apetezca el marido de tu hermana.
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Situación: Sequía sexual enquistadita. De repente un tío que te mola, además te hace caso. Hay un conflicto de intereses con una amiga porque a ella también le gusta. Tenemos que decidir entre quedar con ese tío aunque es un pesado pedante y que tu amiga se moleste; o enarbolar la bandera de la amistad con tu amiga de la mano, aunque sea una pesada y casualmente siempre le gusten los mismos chicos que a ti. Solución (a lo Hannah y sus hermanas): tu amiga bien puede irse a la mierda. Quien dice amiga, dice hermana.
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Tipos a los que decir NO: El hipocondríaco. O el chaquetero de las religiones que se hace católico a pesar de que su familia es judía. Es que necesitaba un cambio en su vida. Empieza por cambiarte de ropa más a menudo.
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Daniel Stern, uno de los ladrones de Solo en casa, antes fue multimillonario y buscaba arte que combinase con la tapicería del sofá. Arte por metros o al peso. Es la némesis del artista entregado a su trabajo que hemos visto en nuestra sexta clave irrelevante. Otro tipo al que decir que NO. Al final se nos acaban las opciones en este casting.
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No seas ingenuo: el Nueva York de Woody Allen no existe. Resulta que Woody se las da de neoyorkino pata negra, que pasa mucho de Hollywood, que los de la costa Oeste no son muy listos,… Y luego va y nos presenta esta ciudad de la forma más hollywoodiense posible. Mira, no. Pero ni esto, ni el de Spike Lee ni el de Scorsese. Ni siquiera el de Sexo en Nueva York, y eso que es el que realmente nos importa.
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