Como tantas veces ha sucedido cuando rondamos estas fechas del año, una de las grandes preguntas que se repiten los mentideros más interesados en los premios de Hollywood es si será esta la edición de los Oscar en la que Leonardo DiCaprio consiga la estatuilla que tanto se le resiste. El estreno en España de El renacido y la proximidad de la entrega de premios que despejará esta duda han coincidido con la enésima resurrección de la polémica de Don’s Plum, una modesta producción independiente en blanco y negro que el actor y Tobey Maguire llevan más de quince años intentando ocultar –consiguiendo el efecto contrario al deseado–. En esta ocasión, una reclamación de derechos sobre el contenido que el propio productor había compartido desinteresadamente en Vimeo ha sido el detonante.
La historia de Don’s Plum se remonta a 1995, cuando unos jovencísimos DiCaprio y Maguire se pusieron a las órdenes del también actor R.D. Robb para grabar en un bar varias secuencias que, a la postre, terminarían dando forma a un drama coral en torno a un grupo de jóvenes que frecuentan un local cualquiera para compartir sus preocupaciones vitales y quemar las horas. En los seis años que mediaron entre el rodaje y la liberación final del film para su circulación, Leonardo DiCaprio se convirtió en una estrella mundial gracias al éxito de Titanic (1997) y, temiendo que una película tan desinhibida pudiera dañar su recién adquirido prestigio en Hollywood, llevó al juzgado a sus responsables junto al también incipiente Tobey Maguire. ¿El motivo alegado? Según ellos, la intención inicial al rodar el material fue la de utilizarlo como taller de interpretación y la popularidad posterior de los actores se aprovechó para un largometraje en cuya finalización intervino Zentropa, la compañía danesa de Lars Von Trier, “para salvar una película americana de la peor clase de imperialismo: el sistema de estudios”.
Antes de su estreno mundial en la sección Panorama del Festival de Berlín de 2001, donde cosechó algunas alabanzas e incluso fue comparada con Kids de Larry Clark, el productor David Matthew Stutman ya se había comprometido con ellos a no explotar comercialmente la película en Estados Unidos y Canadá, aunque sí logró abrirse camino más tarde en otros países como España, donde la distribuidora DeAPlaneta la lanzó el 14 de junio de 2002 –con pobres resultados: apenas 1.250 espectadores en las salas–. Para entonces, los protagonistas de la acción legal ya habían comprobado que el interés por el material no había hecho sino aumentar con cada una de sus reclamaciones. A pesar de todas las restricciones, Don’s Plum no tardó en estar a disposición de cualquiera con la curiosidad de saber qué había detrás de toda aquella polvareda.
¿Y qué es lo que tiene Don’s Plum que pueda comprometer a los demandantes? Sinceramente, muy poca cosa. Aunque se trate del único título que DiCaprio ha rodado en los márgenes del sistema, y su contenido no sea precisamente complaciente con cuestiones como la sexualidad o la violencia psicológica –de hecho su personaje, el desagradable Derek, acaba revelándose como un obcecado machista con una historia personal oscura–, tras su granulada fotografía en blanco y negro no hay nada que no hayamos visto en otras ocasiones o pueda implicarles personalmente, a no ser que se pretenda hacer alusión a la irrelevante escena en la que uno de ellos se coloca una grotesca dentadura postiza. En cualquier caso, el llamativo resurgimiento de la historia en la era digital sirve para poner sobre la mesa lo absurdo de un asunto que ha vuelto a situar en la actualidad a un grisáceo retrato de cierta juventud norteamericana con aroma inconfundiblemente noventero, acompañado por la música de Phantom Planet y Rilo Kiley, que de otro modo seguramente habría sido sepultado por el paso del tiempo. Un último dato: su director, R.D. Robb, no ha vuelto a ponerse detrás de las cámaras desde entonces.
(1) El caso completo puede seguirse con detalle en la web freedonsplum.com, en la que el coguionista y productor Dale Wheatley cuenta detalladamente el calvario que ha sufrido para exhibir su obra a lo largo de los años.
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